Osvaldo Nadra testificó sobre la desaparición de su hermano Jorge Raúl, militante de la UES, la JUP y Montoneros. “Estamos tratando de recuperar a la juventud recuperable”, le dijeron los represores a un familiar.
Por Alexis Oliva
(El Argentino, edición Córdoba)
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“Miren, yo les voy a mostrar lo que me robaron. Con permiso…”, anunció Osvaldo Nadra, antes de levantarse y mostrar a los jueces del Tribunal Oral Federal Nº 1 una foto. “Esto me robaron: que yo me pueda reír a carcajadas como estoy ahí con mi hermano. A eso no lo tengo más y no lo tengo desde hace mucho. Traje esa foto también porque necesitaba sentirme acompañado”, manifestó el testigo. Se refería a su hermano Jorge Raúl, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y de Montoneros, desaparecido desde el 3 de julio de 1976, a los veinte años de edad.
Aquella madrugada en que un comando del Ejército asaltó la casa familiar en barrio Poeta Lugones, Osvaldo tenía 16 años y compartía la habitación de la que se llevaron a su hermano mayor. “Abrigate, que hace frío. No llevés cosas de valor, porque no te van a hacer falta, pero llevá plata”, le dijeron sus captores. “A las cosas de valor se las llevaron ellos”, recordó. Esa misma noche, habían secuestrado a Alfredo Nadra, un tío soltero que trabajaba durante el día y solía prestarle la casa a Jorge. Ambos estuvieron cautivos en el Departamento de Informaciones, en el Puesto Caminero de Pilar y en el campo de concentración de La Perla.
El 5 de agosto, el tío fue liberado en las inmediaciones del actual estadio Mario Kempes. “Decile a la familia del pibe que se quede tranquila. Estamos tratando de recuperar a la juventud recuperable”, le advirtieron. Entonces, Alfredo sólo contó a la familia que los represores amenazaban con matarlo a él si el joven no cooperaba con sus interrogadores. “Fue muy cuidadoso y no contó todo lo que vio”, explicó el testigo y conjeturó que las torturas “no fueron sólo psicológicas”.
Con la esperanza de encontrar a Jorge con vida, los Nadra denunciaron su secuestro en la Policía de Córdoba y el Tercer Cuerpo de Ejército; en notas al Vicariato Castrense nacional y en dos habeas corpus presentados en los juzgados federales cordobeses; en sendas cartas enviadas a los generales Arturo Gumersindo Centeno y Ramón Genaro Díaz Bessone, quienes habían sido compañeros de escuela del padre del joven desaparecido. Nunca tuvieron respuesta. “Hasta hemos ido a una parapsicóloga que con un péndulo y un mapa nos dijera dónde estaba. Estábamos desesperados”, rememoró Osvaldo.
Finalizada la dictadura, supieron por los sobrevivientes que Jorge estuvo en el campo de concentración hasta poco después de la liberación de su tío y habría sido asesinado “en un traslado masivo” en agosto del ‘76. Tampoco hallaron sus restos, por lo que el lugar donde Osvaldo “visita” a su hermano desaparecido es el actual Espacio para la Memoria La Perla.
“Ayer fui con mi hijo –relató al finalizar su declaración-. Siempre me siento en un lugarcito que tiene buena vista para las sierras. Al lado hay un olivo hermoso. Todos sabemos la anécdota: la paloma de la paz, la ramita... Y al lado del olivo, está la sala de torturas. Me puse a juntar los carozos de aceituna –que los españoles no le dicen carozo, le dicen hueso-, junté uno por cada año que mi hermano no está conmigo. Y me di cuenta que en realidad estaba juntando los huesos de mi hermano. Hoy están hablando la arqueología y la antropología, pero los que tienen que hablar son los que no lo están haciendo. Ojalá que lo hagan algún día”.