Vaca Muerta: viaje al centro del petróleo

¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero. 

¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.

Por Alfredo Jaramillo | Fotos Mariana Eliano

Es mediodía y la playa de estacionamiento de Sol de Añelo, el único hotel de este pueblo ubicado a cien kilómetros de Neuquén capital, parece un concesionario Toyota. No hay ni una sola torre de perforación en kilómetros a la redonda, pero no hacen falta más evidencias para entender cómo es un pueblo petrolero. Hay tantas Hilux en la calle que contarlas deja de ser divertido. 
El alojamiento del pueblo está colapsado y casi no hay sillas libres en el restaurante del hotel, donde almuerzan los trabajadores que bajan al pueblo desde alguno de los yacimientos que rodean el lugar. La vida del petrolero no es light. La comida tampoco: sirven carne al horno con papas, milanesas, ravioles, lengua a la vinagreta. El consumo de alcohol durante el horario de trabajo se sanciona con dureza, por eso las heladeras están repletas de aguas saborizadas. Las botellas son las únicas que aportan color a un paisaje marrón y gris. 
Pero el petróleo no es algo nuevo en Añelo. Treinta años atrás, antes de que Vaca Muerta fuera Vaca Muerta, antes de que viniéramos nosotros y Lanata, Añelo era presentado ante la opinión pública argentina como "el pueblo de mayor explosión demográfica", según decía la revista Gente en una nota publicada a fines de los setenta. Por entonces, este pueblo que aprovechó su proximidad con el río Neuquén para desarrollar la fruticultura y la horticultura comenzó a mirar con más cariño la industria petrolera, que hasta entonces tenía su meca en el campo gasífero de Loma de La Lata. Añelo era un lugar de paso, un centro logístico para las empresas que iban entre la capital neuquina y los yacimientos. Después todo se hundió: la privatización de YPF en los noventa fue un duro golpe para Añelo. 
Ahora la cosa se ve muy diferente desde que se supo que el pueblo es el epicentro de un tesoro llamado Vaca Muerta, al que todas las empresas petroleras a escala planetaria, absolutamente todas, codician llegar. Y justo cuando la Argentina se enfrentaba con el cuello de botella energético, cuando parecía quela fuga de divisas iba a posicionarnos ante un nuevo cataclismo, justo cuando se decidió la expropiación de Repsol -por la que el Estado finalmente pagó US$5.000 millones en bonos-, ahí apareció Vaca Muerta en boca de todos. Porque siempre hubo petróleo debajo del suelo. Lo que hacía falta era dinero para ir a buscarlo. 
"Si querés ir a Vaca Muerta, convertite en topo y empezá a excavar", dice riéndose Darío Díaz, un hombre de 37 años que gobierna el pueblo desde 2011 tras ganar las elecciones a intendente con el sello del Movimiento Popular Neuquino (MPN), el principal partido provincial. De hablar pausado, amable, es un tipo sencillo sentado sobre un hormiguero que vale oro. Mientras da la entrevista, su secretaria de Gobierno, Verónica, ceba mate con azúcar desde una silla ubicada al costado de su escritorio. 
Díaz explica con orgullo que Añelo está en la zona más caliente del yacimiento. No necesita que nadie le explique la riqueza sobre la que está parado: trabajó desde los 18 años en la industria haciendo tareas de exploración sismográfica. Sin embargo, no hay símbolos de que el dinero esté llegando rápido al pueblo: la fachada del edificio municipal se descascara y unos cables sueltos se desprenden de una precaria conexión eléctrica en una de las paredes exteriores. Las apariencias son lo de menos; el municipio necesita aportes extras todos los años por parte de la provincia para pagar los sueldos de los empleados locales. 
¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.
  • Company man: controla el trabajo de hasta seis empresas contratistas.

Por la misma época en la que Díaz asumía como intendente empezaban a circular los rumores sobre Vaca Muerta. Aunque él asegura que ya se sabía desde 2009 y que, como consta en informes del sector, el primer pozo oficial de shale oil fue perforado sobre Vaca Muerta por YPF (en ese entonces Repsol-YPF) en junio de 2010: el pozo Loma de la Lata Karst-x1. 
Shale es el nombre que recibe en inglés un tipo de petróleo alojado en una piedra de baja porosidad a la que es necesario fracturar mediante un proceso de inyección hidráulica a alta presión (fracking), en el que se utilizan productos químicos y agua. En la Argentina, se ha extendido el uso del término "no convencionales" para referirse a este tipo de hidrocarburos. 
Ahora la acción pasa por un lugar conocido con el nombre de Loma Campana, el área donde YPF concentra la mayor cantidad de pozos de no convencionales. Como el resto de las áreas, se ubica encima de la meseta que está alrededor de Añelo. Ahí YPF actualmente explota, asociada con Chevron, 160 pozos que representan el 5% de la producción actual del petróleo por parte de la compañía estatal. No es la única empresa, pero sí la que tiene mayor presencia al ocupar el 40% de la superficie actual de explotación. 
¿Qué es exactamente Vaca Muerta? "Desde el satélite, si la ves desde arriba, parece una vaca muerta o una vaca acostada", explica Díaz. Unos días después de esta nota fuimos a comprobarlo en Google y, como era de esperar, la tecnología repitió su trabajo de desencantamiento del mundo: si uno es optimista, y hace un esfuerzo, logra ver una media res. Pero si se está en un mal día, lo que aparece es una ameba con formas cambiantes según la toma. Por eso es sensato también darle crédito a otra versión, según la cual el nombre provendría de la Sierra de la Vaca Muerta, cerca de Zapala, donde dicen que aflora esta formación rocosa repleta de hidrocarburos y puede verse a simple vista. 
El nombre se presta para varios chistes. El año pasado, cuando comenzó a popularizarse el término, el empresario Eduardo Eurnekian se refirió al tema al decir que "revivir esa vaca nos va a costar muchos años". Quizá por eso, y ante la sospecha de que varios pensaban parecido, unos meses después la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quiso dejar saldada la cuestión al afirmar: "No le digo más Vaca Muerta, le digo Vaca Viva". Muerta o no, la vaca está acostada a 3.100 metros bajo tierra, una profundidad a la que no se llega por métodos convencionales, sino por la temida técnica del fracking. 
Para Díaz, la discusión ambiental está perimida. "Cuando los ambientalistas hablan de eso, lo hacen por cuestiones de negocios", dice. Treinta años atrás, recuerda, el cutting de perforación -los desechos de lubricantes que salen de los pozos como producto secundario- se enterraba directamente en el suelo sin ningún tratamiento previo."Ahora hay mucho cuidado, porque un pasivo ambiental te baja la cotización de la empresa", explica. 
La entrevista con Díaz ocurre apenas unas semanas después de que regresara de Estados Unidos, donde visitó la ciudad de Big Spring, invitado por empresarios del lugar interesados en invertir en Añelo. Big Spring es una ciudad de 27.000 habitantes, ubicada en el centro del estado de Texas, a la que una nota del sitio de noticias Global Post -que se publicó en febrero del año pasado- definió como "la ciudad donde el petróleo es Dios". 
¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.
  • Desde cada torre se observan campamentos de otras compañías.

"Allá todo es más capitalista, la Argentina es más social", dice Díaz al hacer un balance de sus visiones en Norteamérica. "Allá son los Beverly Ricos; si vos tenés petróleo en tu propiedad, sos el dueño de los recursos".Esa es una de las diferencias cruciales con la Argentina, donde los recursos del subsuelo pertenecen a las provincias, desde la reforma de la Constitución Nacional en 1994. Pero pese a las distancias, Díaz tuvo un sentimiento de hermandad muy fuerte con la ciudad norteamericana un día que empezó a correr viento y se levantó tierra. Ese día, dice riéndose, se acordó de Añelo y se sintió como en casa. 
"¿Tan famoso es Vaca Muerta?", nos pregunta Oscar, un chico de 21 años, empleado en el petróleo, medio en broma medio en serio, cuando lo paramos para charlar en la avenida principal junto a un compañero con el que acaba de salir de trabajar, mientras el sol se hunde detrás de la meseta que abraza al pueblo. Cuesta convencerlos para la foto, pero al final aceptan, a condición de que se la mandemos por mail. 
La avenida son tres cuadras con dos locales de ropa, un bar, un local de electrodomésticos y una estación de servicio. Suficiente para abastecer a un pueblo de 6.000 habitantes que suelen hacer sus compras en ciudades más grandes, como Neuquén o Cutral Co. Para la demanda doméstica, esos locales alcanzan. 
Casi la misma cantidad de personas trabaja en el petróleo, según datos del municipio. La gran mayoría vive en trailers provistos por las mismas empresas; pasan semanas enteras en los yacimientos y después vuelven con sus familias a sus provincias de origen. 
Hay otros, en cambio, que ya no tienen esa aspiración. "En vez de amar a tu esposa, terminás amando tu profesión", dice Marcelo, mendocino, mientras charlamos rodeados por los trailers que él custodia a la entrada de Añelo, en el playón de la base de la empresa norteamericana Nabors, dueña de la mayoría de las torres de perforación que se ven en Vaca Muerta, contratadas por YPF. 
Marcelo ama su profesión porque pudo conocer Colombia y otros países. Para él, no hay cosa más apasionante que discutir con sus compañeros las diferencias entre las distintas válvulas que se usan en el pozo. Y no parece lamentar mucho las pérdidas: también perdió el dedo meñique. "Pero es parte del trabajo; además, es lo más pequeño que podés perder en un equipo de perforación". 
Cada uno de los trailers que custodia Marcelo tiene dos habitaciones con dos camas, una cocina, dos baños y un comedor de cuatro metros cuadrados con una mesa enfrentada a un LED. Hay también otros módulos para gimnasio y entretenimiento, con salas de video y juegos. Para algunos puede parecer un hotel, pero hay que hacer el esfuerzo de imaginar cómo debe ser vivir en la meseta dos semanas seguidas en esas condiciones, bajo el azote de la lluvia y la nieve. 
Muy pocos, como Oscar, viven en Añelo. Pero ser del pueblo no facilita las cosas. "Traen gente de afuera y a los de Añelo no nos toman", dice. Víctor, su compañero, tiene 26 años y es de Zapala, una ciudad cercana y más importante. Es técnico electromecánico y aun así tuvo que esperar tres meses para conseguir trabajo. Los dos ganan igual: $6.500 la quincena. 
¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.
  • En Añelo, solo están asfaltadas las calles que rodean la plaza.

Para cualquier trabajador de servicios residente en una metrópolis, el acuerdo podría parecer tentador. Hasta que uno se entera de los estándares de trabajo de la industria: catorce días seguidos de trabajo, en turnos de 12 horas, con una semana de descanso. Y el precio de los alquileres no ayuda: Oscar y Víctor pagan $10.000 por mes por un departamento de dos ambientes. Y lo pagan con tres compañeros más. O sea que cada uno aporta $2.000 para vivir en un dos ambientes con cuatro personas más durante dos semanas consecutivas. 
En las semanas libres a veces se van en colectivo a bailar al Mega, un conocido boliche de cumbia de Neuquén. No lo hacen seguido: entre el colectivo, las entradas y la cerveza, pierden lo que ganaron en la quincena, bromea Víctor. 
Oscar trabaja de pañolero, como se conoce en la jerga de la industria a los que alcanzan las herramientas (de más de diez kilos) en la boca de pozo de las torres de perforación. Un trabajo duro que de simbólico solo tiene el nombre. Por eso la mayoría piensa en ascender rápido a tareas menos exigentes, en un empleo que, como el de los futbolistas y las modelos, caduca rápido. Según Víctor es así: "En el petróleo, el único plan es trabajar hasta que te dé el cuerpo". 
"¡Llegaron las remeras de los 10.000 barriles!", grita alguien dentro del edificio de la gerencia de no convencionales de YPF, enclavado en el corazón de la meseta donde está el bloque conocido con el nombre de Loma Campana. El edificio está a treinta minutos de Añelo, en el medio de la estepa.El único ruido es el de los camiones que pasan por el camino y el del viento que corre sin interrupciones. 
El lugar es el centro neurálgico de las operaciones de YPF en la zona. Paso obligado del petrotour que la empresa da a inversores y periodistas; la gerencia es un enorme complejo de trailers y oficinas desmontables levantado en la aridez de la estepa neuquina. Se parece un poco a esos campamentos que el ejército norteamericano arma en Afganistán, pero en la gama cromática del azul y sin soldados. 
"Llegan atrasadas, ya vamos por los 13.000", responde uno de sus compañeros. Y otro empleado, del sector gasífero, se suma diciendo: "Cuando lleguemos a los 250.000 metros cúbicos yo me voy a hacer un tatuaje". El diálogo refleja el lazo orgánico que se vive en el lugar, una suerte de empoderamiento corporativo e identificación con los valores de la empresa, que parecen salidos directamente del manual de motivación de Miguel Galuccio antes que de una agrupación como La Cámpora. 
"Que la empresa pase a ser estatal es siempre una buena noticia", dice fuera del campamentoAnyelén Larsen, una ingeniera química a cargo de una parte de las operaciones de YPF en Loma Campana, que confiesa tener una nueva materia: hablar con los medios. Entró a la empresa en 2007, cuando todavía era propiedad mayoritaria de Repsol. El cambio la empujó a un nuevo nivel. "Estoy orgullosa del esfuerzo que estamos haciendo para pelear por la matriz energética",dice. 
El éxito del shale oil también despertó una épica que coincide, la mayoría de las veces, con el discurso oficial. Durante las transmisiones del Mundial, una publicidad comparaba el vestuario de la Selección Argentina con el vestuario de los trabajadores petroleros. Abrazos antes de salir al campo, comparaciones entre la riqueza del subsuelo argentino y las piernas de Messi. Claro que, entre otras cosas, en esta cancha se juega con temperaturas bajo cero. Y se mueve mucho más dinero. Chevron desembolsó US$1.240 millones para la primera etapa de la explotación de Vaca Muerta. Casi cuatro veces el valor del pase de Lionel Messi, valuado en ?250 millones. 
¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.
  • Vaca Muerta atrae a cientos de jóvenes recién salidos del Secundario. La mayoría vive en casas compartidas.

El acuerdo entre YPF y Chevron otorgó a la compañía norteamericana el derecho a exportar, a partir de 2017, el 20% de la producción sin tributar impuestos al Estado argentino. Esa cláusula fue leída por una mayoría de la oposición como una cesión de soberanía que dejaba al Estado argentino en situación de desventaja y perjuicio económico. Para Anyelén, en cambio, la experiencia de asociación favorece al país. "La operación es nuestra. Lo hacemos a nuestra manera. Y eso no tiene nada que ver con el capital extranjero". 
Al pozo F7 le faltan 800 metros para llegar a Vaca Muerta y la torre de perforación vibra como un cohete a punto de despegar. Sentado en una cabina con una de sus manos en un control y rodeado de pantallas con indicadores de presión, profundidad, etcétera, el perforador está al mando de una nave que busca llegar a las rocas preciosas. Sin levantar la vista de la boca del pozo, controla segundo a segundo el avance del trépano -como se conoce la herramienta que va perforando la roca- hasta llegar al nivel deseado. Por un momento parece Viaje a las estrellas, hasta que uno alza la vista y ve, del otro lado del vidrio, dos chicos que trabajan en la boca del pozo con mamelucos engrasados. 
En el campo, trabajando en una torre de perforación que pesa 1.400 toneladas y tiene cincuenta metros de alto, no hay mucho espacio para la épica y el relato: todos tratan de ser precisos en lo que hacen y siguen al pie de la letra las indicaciones de sus jefes. Cada pozo es una especie de Babel corporativa, con hasta seis empresas de servicios realizando distintas actividades en simultáneo. Pero la dirección de cada yacimiento está centralizada por la compañía operadora, la que gana la licitación, la que pone el dinero. En el F7 es YPF, pero en la región ya hay otras: Shell, Petrobras, Exxon y la empresa provincial Gas & Petróleo (G&P). 
Guillermo es licenciado en Saneamiento Ambiental y trabaja para YPF. Grandote, morocho y con un salario de $20.000 al mes: el estereotipo de un petrolero. Es de Plaza Huincul y toda su familia trabajó en el petróleo. Camina bajo el sol de la meseta con una sonrisa: "Les tocó lindo día, ¿no?". Hace diez grados, pero acá todos se sienten en Cuba. 
Nos conduce dentro de la torre y explica cada detalle, resaltando las medidas de seguridad y de cuidado del medioambiente que la empresa aplica como parte de los estándares de la industria. Resulta inevitable preguntarle entonces por unos volquetes repletos de un líquido marrón aceitoso ubicados al lado de la torre. "¿Esto? Esto es el flowback".  
El flowback es el residuo del pozo, una mezcla de arena, gasoil, agua y productos químicos cuyo tratamiento ahora es obligatorio, pero durante mucho tiempo fue considerado, como explicaba Díaz, un residuo insignificante. Guillermo se acerca al volquete, mete su mano y con un dedo unta un poco del lodo y lo muestra: "Pero esto que ves acá -dice, mientras separa el gasoil de la arena y se queda con una mancha marrón clara en la punta del guante- es petróleo. Y el petróleo que sale del shale es considerado uno de los mejores del mundo". 
A cincuenta kilómetros de Añelo, hay otro pueblo donde el optimismo desatado por el exito de los hidrocarburos no convencionales no prende con tanta facilidad. "Hay que lograr la soberanía energética, pero no a costa de los territorios", dice Jorge Nahuel, vocero de la Confederación Mapuche Neuquina. "Hay que explorar otras alternativas porque esto está destruyendo nuestro modo de vida". 
¿Qué significa este yacimiento para sus trabajadores? ¿Y para los habitantes de Añelo? ¿Cómo se lleva la vida en medio del desierto, con jornadas de 12 horas y noches en trailers? Entre la resurrección de un pueblo patagónico y la resistencia de las comunidades mapuches, el día a día de un empleado petrolero va de la necesidad a la pasión, de las condiciones extremas a la ilusión de progreso. Y no todo es por dinero.
  • La Naña Estela: abuela y emblema de la familia mapuche Wirkaleo.

El modo de vida al que alude aparece con claridad cuando uno se acerca al lof (comunidad, en mapuche) de la familia Wirkaleo, a la vera del río Neuquén. Es un caserío repartido entre filas de álamos donde las familias crían animales y cultivan hortalizas. "Todo lo que se come acá es producto de la tierra", explica Nahuel. Lo comprobamos durante una reunión junto con el resto de los loncos (caciques) de otras comunidades (Kaxipayiñ, Paynemil, Campo Maripe, entre otras): un lechón, un chivito y varios pollos salidos de las chacras de la zona esperan su turno para ser puestos en la parrilla. 
Hay más de 80.000 personas en los territorios comunitarios mapuches ubicados sobre la cuenca de Vaca Muerta. El principal problema, afirma Nahuel, es que les fue negado un derecho garantizado en la Ley 24.071 sobre pueblos indígenas: el derecho a ser consultados sobre la explotación que se desarrolla en tierras que ellos ocupan ancestralmente. La ley obliga la consulta, a fin de determinar "si los intereses de esos pueblos serían perjudicados", además de establecer que "los pueblos interesados deberán participar siempre que sea posible en los beneficios que reporten tales actividades". 
A esto se le agrega otra irregularidad: que muchas de las comunidades no tienen el título de propiedad de sus tierras, por lo que ellos consideran una falta de voluntad del gobierno provincial, pese a que ocupan los territorios hace cien años, como mínimo, incluso antes de que existiera la provincia de Neuquén como tal. Algunos Wirkaleos fueron paridos por su madre, la Ñaña Estela, sobre un promontorio cerca del pueblo. 
Sauzal Bonito es un pequeño oasis al pie de la meseta, de la que YPF y el resto de las compañías ya extraen hidrocarburos no convencionales. Por eso, lo que más preocupa a las comunidades es el fracking. "Es una tecnología experimental", afirma Nahuel. "Dicen que no va a contaminar, pero todavía no lo saben; tampoco hay políticas de prevención de impacto ambiental". Algunas veces, dicen los loncos, han sido ellos mismos los que se han parado encima de las máquinas para frenar la perforación. "No estamos débiles", dice Nahuel. 
Pedimos hacerles una foto a todos juntos. Pero las mujeres de la comunidad dicen: "¡Esperen!", y traen entonces los trariloncos -vinchas rituales que usan los mapuches- para muchos de los hombres que aún no lo tenían. Solo cuando están todos listos acceden a posar y gritan "¡Mari chi weu!, es decir, "Diez veces venceremos".  
El perro tirado al sol en la calle de tierra ni se mueve cuando la Hilux le pasa por al lado. La polvareda tarda en disiparse, pero de a poco el perro reaparece: el hocico, una oreja, la cola. Es lo único viviente que hay en la tarde del miércoles, además de los árboles y los playeros de la estación de servicio. Nada parecido a un boom. 
En Añelo nadie se sorprende de que saquen petróleo de las piedras, ni tampoco parecen estar preocupados por los posibles daños ambientales. Lo que preocupa es el aumento de los alquileres. Y ahora también apareció la urgencia de que se cumplan las promesas de construir nuevos barrios en la meseta para albergar a los miles de trabajadores que entran y salen del pueblo a diario. El gobierno nacional firmó un acuerdo con la provincia por $1.000 millones para avanzar con esas y otras obras. Pero los tiempos estatales transcurren muchas veces en otra dimensión. 
Mientras tanto, en la entrada del pueblo algunas familias ya tomaron terrenos y se garantizaron un pedazo de tierra donde levantar con maderas y chapas algo parecido a una casa; quizás hoy el metro cuadrado en esa toma salga lo mismo que en un barrio de la Capital Federal. Para los lugareños, no es una buena señal. Si el petróleo que sale todos los días de los pozos de Vaca Muerta tardó millones de años en formarse, quizás la clave sea tener paciencia hasta empezar a ver los resultados. Y en el pueblo, al menos los perros no parecen tener ningún apuro. 
Fuente: conexionbrando.com