La pesadilla de Boca

El Xeneize no levanta, sumó un punto de los últimos nueve y se quedó sin punta: perdió con un bravo Lanús y el 2-1 lo metió Auzqui, cuyo pase pertenece a River.

El festejo de Sand para el 1-0. Y el lamento de Boca

¿Qué pensará Riquelme de este nuevo traspié del Boca de Alfaro? ¿Qué habría hecho si le tocara asumir como vicepresidente? ¿Iría al día siguiente al entrenamiento? ¿Aparecería por el club? ¿Qué les diría a los jugadores ¿Charlaría con el técnico? ¿Con el manager? ¿Con la prensa? El día que Olé hizo estallar la bomba política del año, Boca volvió a perder un partido clave y jugó -por momentos- para que el 10 se replantee qué hacer. Más que en traje, Boca lo necesita en pantalones cortos.

No parece casualidad que Boca no haya ganado ninguno de los cinco partidos que jugó desde 2015 después de las derrotas coperas con River. El factor anímico influye, claro. Dicho por los mismos protagonistas. El tema es que Boca tampoco juega grandes partidos. Sus figuras pesan poco. Y cuando hace los méritos, tampoco liga. Porque este jueves por la noche no fue menos que Lanús. Posiblemente haya llegado más. Y el resultado sea mentiroso. Pero en pocos pasajes del partido (más sostenido en el primer tiempo, menos en el segundo) logró plasmar en el juego la real diferencia que existe entre un plantel y otro.


Boca, de hecho, la pasó feo en serio en los primeros minutos, en los que mostró todas las falencias juntas del ciclo Alfaro: equipo largo, laterales distraídos, un 9 que casi no intervenía y una zaga dura peleando contra Sand y jugando por el resto. El gol de Lanús tuvo un poco de cada uno de esos problemas. Hurtado la perdió allá lejos, Mas fue blandito contra Moreno y el mendocino se la puso en la cabeza al Pepe, que recibió en el área para hacer lo que mejor sabe y más en esta clase de partidos.

Pero el gol aplacó más al Grana que a Boca. Lo relajó. Y Boca, con toda su parsimonia a cuestas, lo fue arreando. Marcone empezó a manejar los tiempos. Almendra, a jugar a un toque y encontrar espacios. Salvio, a desequilibrar con tozudez y forzando varias pelotas paradas paradas cerca de Rossi, casi penales a esa altura de la noche. Pero a su ex arquero, hoy figura del Lanús de Zubeldía, hubo que patearle más de ocho veces para batirlo. El único que pudo fue Zárate, de tiro libre, y casi se hace echar en el festejo.

Esa fragilidad emocional lo hizo crecer por momentos pero, a la larga, perder la cabeza. Mauro, silbado cada vez que tocaba la pelota, volvió a jugar para él. Y cuando hubo que remontarlo otra vez, el ánimo y el físico ya no eran los mismos y los cambios tampoco surtieron efecto: los ingresos de Tevez y Wanchope no hicieron más que exponer que contra River jugaron más por contexto y conveniencia que por lo que pueden aportar.

Lanús, un equipo bicho y terrenal, sacó provecho de las que tuvo y otra vez amargó a un grande. Venía de dejar afuera de la Copa Argentina a Independiente y anoche se cargó a Boca. Desde el fútbol de Marcelino, la velocidad del pibe Bernabéi, la solvencia de Muñoz y los guantes de oro de Rossi, metió su tercer triunfo al hilo, la metió Auzqui (cuyo pase pertenece a River) y también sueña.

Boca, Alfaro y Riquelme no duermen. De Román en peor.